Bitácora de una Exploradora

La pregunta hace un tiempo era "¿hasta dónde?", ahora es "¿hasta cuándo?". Este lugar cambió. Ya no es para mí lo que solía ser. Si bien solía ser muy depresivo y ya no lo es, me he dado cuenta de que ya no escribo para mí, tampoco para ella, ni para mi ex, ni para nadie. Ya no sé para quién escribo. Ya no estoy triste, es verdad, pero ya tampoco puedo expresar lo que de verdad siento por este medio porque hay algo que me lo impide. No alguien, algo presente dentro de mí misma. Tal vez no sea solamente que superé las cosas, si no que dejé de sentirlas, todas. Que me cerré. O que me volví inexpresiva. O que inhibí esa parte de mí misma, no sé.
O, simplemente, que ya no quiero estar bajo la lupa de ojos curiosos parcialmente informados. Que nunca lo quise en realidad, pero algunas cosas son inevitables. O tal vez sí lo quería, pero no sabía hasta dónde podría llegar a importarme. Porque esto no es la máscara, no es la fachada de todos los días, soy yo. Yo al desnudo, yo en pureza, yo hablándome a mí misma. Yo vulnerable. Sólo por acá y al cien por ciento.
Y me siento perder, siento que me dejo ir y que también la mentira ocupa estos pagos, que ya no queda ningún lugar, ningún ambiente, ninguna zona en la cual poder desarmarme. Siento que esa mirada inquisitiva se mete en cada una de mis fases, las evalúa, las sopesa, las mide y las rechaza. O las acepta, da igual. Pero juzga. Para bien o para mal, pero lo hace. Y ése es mi error. Mío, sólo mío. Porque esos ojos desconocidos y ajenos me duelen. Y me duelen aún cuando sé que no deberían hacerlo.

Tal vez es como dice Caro y tan sólo tengo que dejar de tomarme algunas cosas tan en serio. Pero a veces, cuando otras cosas más importantes son tomadas a la ligera, simplemente no se puede.