jueves, 9 de diciembre de 2010

Hacía un tiempo que no se hablaban. No sé exactamente cuánto, no sé si no lo recuerdo o nunca me lo dijo. Sólo sé que ella tenía un dejo de sospecha mezclado con esperanza ese día en que empezaba el nuevo cuatrimestre de la facultad. La acompañé hacia el lugar, como apoyo, por si pasaba lo que tanto ella como yo, creíamos que pasaría. Íbamos caminando, riendo, charlando de cosas variadas para distraerla de lo que tenía en la mente: no había que hacerse la cabeza. Llegamos al lugar y nuestra sospecha se confirma, le pude leer la mente en ese momento. Vio esa camperita a rayas negras y gris claras que, no sabe bien por qué, todavía le hacen acordar a Beetlejuice. Siempre que ella la veía usando esa campera, le imaginaba las medias haciendo juego debajo de esas zapatillas negras con bordes rojos. Nunca entendí muy bien la razón yo tampoco, porque su pelo era castaño, casi rozando el negro azabache y su tez era color café con leche, como le gustaba decirle. Pero bueno, era así. Después de dejarla ahí, me retiré, yo tenía que volver a mi casa, mi cursada por el día había terminado. Y es a partir de acá que de la historia sólo sé partes, porque lo demás me lo contó ella.

Hasta donde me dijo, parece que ese día no les quedó otra que volver a hablarse, aunque sea para reclamarse sus respectivas presencias en la misma clase.. y, por qué no, para volver a ver si podían tener algo. Mi amiga no podía resistirse, a pesar de las idas y venidas, siempre terminaba volviendo a caer.

No recuerdo exactamente cuándo tampoco, pero fue dentro de ese mismo cuatrimestre y aún asistiendo las dos a la misma clase, que decidieron dejar de hablarse nuevamente. Todo un desafío, si consideramos que todos los lunes a la noche tenían que volver a verse, saludarse y seguir caminando como si nada. Todo un desafío para mi amiga, cuya pasión por ella desbordaba cada vez que la veía. Por lo que ella me contaba, las clases eran una tortura. Parecía que sólo ella se daba cuenta de la tensión que había en el ambiente, de su respiración incontrolable, del hecho de que el aire se cortara con cuchillo. Se sentaban en puntas extremas, no se podían sentar más lejos porque, entonces, alguna se tendría que haber sentado en el pupitre del profesor. Y mi amiga , como estaba más atrás, no podía evitar mirarla y captar como ella, a su vez, le esquivaba la mirada.

Así estuvieron las cosas hasta que mi amiga decidió dejar la materia. Se lo iba a contar, por supuesto. Tenía que decirle que las incomodidades se iban a terminar y la fecha para decírselo era el 13 de abril. Se acuerda perfectamente, porque fue el día anterior a su cumpleaños. Ésa noche, a la salida, decidió ir por el mismo camino que ella tomaba. Iba justo detrás, mandándole mensajes para que supiera que quería hablar con ella sin molestarla: que ella decidiera si quería darse vuelta o no. Al ver que nunca miraba el celular, mi amiga decidió acercarse.. ¿cuánto más podían empeorar las cosas?. La agarró por sorpresa, se lo pudo leer en la cara y, adelantándose a la pregunta, le informó su decisión. La réplica fue inmediata: ¿es por mí?. Y le dio una excusa mitad mentira, mitad verdad: fisiología le estaba complicando la cursada, pero sí, una pequeña parte era por ella. "Pequeña". Con una sutil referencia a su cumpleaños, mi amiga la encaminó hacia un pequeño bosquecito. "Mañana cumplo, ¿qué regalo me vas a hacer?" "¿Qué regalo querés?" "Ya sabés qué quiero..". Otra vez, "sutil".

Contra un árbol, comenzaron a besarse. Charla va, beso viene y el tiempo va pasando. Ella de espaldas al árbol, mi amiga de frente a ella. Por lo que me contó, en un momento no aguantó más y sintió que su pecho iba a estallar, entonces apoyó su cabeza en su hombro y suspiró. El "¿qué pasa?" brotó entre el ruido de las hojas agitándose, sin hacerse esperar. Sin embargo el "nada, es que hay algo que quiero decirte pero no creo que quieras escucharlo", puede que haya tardado un poco más. "Decilo", me dijo que le dijo. "Te amo". Y lo repitió una, dos, tres veces, tal vez hasta cuatro. Con cada una de las veces que lo decía, sentía que algo se iba aligerando adentro, algo que llevaba meses encerrado ahí. Ella no contestó. Y, mi amiga, un poco desilusionada y un poco segura de que ella lo sentía a pesar de no decirlo, la convenció, de alguna manera para que respondiera. Lo hizo, obviamente. Y después, dándose cuenta de la hora que era, decidieron que era hora de marcharse. Eran más o menos las once y algo, faltaba nada para el cumpleaños de mi amiga, la ariana.

Las doce dieron cuando ella viajaba en el tren, volviendo a su casa. Iba contenta, pero con un dejo de tristeza, pensando que la respuesta que esperaba y a la vez no esperaba no había salido de ella por su propia voluntad. Y los mensajes empezaron a lloverle. Sacó el celular y vio el primer mensaje. Era de ella, obviamente y decía, básicamente, lo que dice cualquier mensaje de felicidades, salvo por unas palabras al final. Un simple "te amo". Su preciada respuesta, sin necesidad de convencer. El mejor regalo de cumpleaños que le pudo haber hecho jamás.





Y yo todavía no sé si eso fue realidad o fantasía; y yo todavía no sé si esos sentimientos fueron realidad o fantasía. 

5 comentarios:

Carochina dijo...

"una amiga"
solo eso

-eme- dijo...

mmmm amor facultativo: NUNCA MAS!! es una especie de mantra que me repito a mi misma a diario...

Loohan dijo...

Sí, sí, sí, totalmente. Se hizo mi mantra después de esa relación. =P

Miss.K dijo...

Ummm...esa historia me suena familiar (¿?).
Uno tiende a dudar y dudar y dudar cuando termina una de esas relaciones que sabes que te marcaron de por vida, muchas preuntas sin respuesta...no se, yo creeria que si, que existieron, deciselo a tu amiga :P

Loohan dijo...

Una canción para honrarlo:

http://www.youtube.com/watch?v=SHoHIL2ABVQ