Evocación en sepia.

Son fantasmas dibujados entre tus recuerdos, caminan por entre  ellos con impunidad, impregnándolos de amargura, de desazón. Pocas veces el verlos ahí te alegra, pocas veces evitás ponerte nostálgica al prestarles atención. Casi nunca, a decir verdad. Intentás borrarlos y eliminarlos, pero ni el aguarrás, ni mucho menos las lágrimas pueden hacerlos salir. Simplemente están ahí, contaminándolos, contaminándote. Son esos fantasmas, esas sombras de duda, las que agrisan las memorias, transformándolas en algo sin vida, en un invierno permanente.

Painting by liznc - deviantart.com

Porque en realidad es eso. El pasado es eso, una fotocopia derruída en blanco y negro de un presente que alguna vez fue brillante y colorido. Y las sombras, pequeñas lucecitas que se diluyen en la oscuridad de la tinta, deslizándose de una imágen a la otra intentando recuperar algo de vida, deseosas de volver a ser pasión.

Luego, la verdad irrefutable. La negrura nunca dejará de ser negrura y los intentos de rojos, verdes, azules, amores, se desvanecen en las manos de una pequeña que intenta rellenarlos de alguna manera, logrando sólo grotescas y patéticas imágenes. Pequeña que, de insistencia en insistencia, se sumerge en deformidades y se aferra a ellas. Como si no tuviera nada más, como si no existiera nada más. Porque no existe nada más. Porque, se sabe, no es tan fácil dibujar como volver a pintar, aunque sea malogradamente, viejos recuerdos.