sábado, 9 de julio de 2011

Nimiedades.

Sé que hace muchos días que estoy desaparecida. Sé que últimamente mis pocos posteos son más un tweet que un posteo decente de blog. Sé muchas cosas de las que no sé absolutamente nada. No sé por qué se me fueron las ganas de escribir; ya no quiero redactar, ya mi mente no puede coordinar ideas para pensar algo creativo. Se me perdió la imaginación y, con la imaginación, me perdí a mí misma, a mi parte esencial, mi yo importante. Un yo sin imaginación y sin ideas es un yo robotizado, es una más de esas personas que caminan por la calle sin otro pensamiento que el de llegar a algún lado, aunque no se sepa bien a dónde se está yendo. Es un yo gris, un yo desalmado. Y es que, ¿a dónde es que está mi alma si no está precisamente en el lugar en que creí haberla dejado?¿o es que esta nueva persona está destinada a no tenerla? Sé que la tengo, sé que está por ahí porque, de vez en cuando y con alguien, la siento asomarse. Pero creo que está escondida en algún lado de mí. Tal vez dentro de algúna célula de Purkinje en alguno de los dos ventrículos de mi corazón, tal vez se esconde detrás de alguno de los tantos millones de eritrocitos que le proveen de oxígeno o de alguno de los tantos leucocitos que la protegen. Tal vez se disimula entre algún que otro anticuerpo, porque, ¿qué hay más anti-cuerpo que un alma? Y sería muy oportuno que mi propia alma se esconda precisamente junto a su opuesto, igual que aquella que la posee -o no lo hace, porque ella me posee a mí- se siente atraída siempre a su antónimo.
Siempre creí que las almas eran chiquititas. Muy chiquititas. Porque algo que es tan importante y tiene tantas sensaciones adentro no puede ser más grande que un grano de arroz, porque las cosas importantes nunca tienen un tamaño considerable. Porque las partes importantes de mí y de vos, no son el todo si no sus individualidades, sus pequeñeces, sus minusculidades y la perfecta coordinación y coherencia entre ellas. Y la prueba de ello es que mi cuerpo y el tuyo juntos no funcionarían nunca tan perfectamente si nuestras pequeñas almas no supieran exactamente dónde encontrarse la una a la otra aunque ni vos, ni yo, las encontremos en nosotras mismas.

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