- Pero solo...
- Sí, solo - dijo ella.
Al oír la palabra «solo», Will sintió que de lo más recóndito de su ser brotaba una ola de intensa rabia y desesperación que se desplazaba hacia el exterior, como si su mente fuera un océano sacudido por una violenta convulsión. Había estado solo toda su vida, y volvería a estarlo, porque iban a arrebatarle el precioso don que le habían otorgado durante breve tiempo. Sintió que la ola de indignación se elevaba más y más hasta ensombrecer el cielo; la cresta de la ola comenzó a temblar y a derramarse, y de golpe la gigantesca masa cayó con todo el peso del océano sobre la costa blindada e inexorable del deber. Desesperado, Will se puso a temblar, a protestar y a gritar con una furia como jamás había experimentado, y sintió que Lyra temblaba también de impotencia en sus brazos. Pero cuando la ola expandió su fuerza y las aguas retrocedieron, las siniestras rocas permanecieron incólumes. Era inútil discutir con la suerte; ni su desesperación ni la de Lyra habían logrado que se movieran un ápice.
Will no sabía cuánto duró su rabia. Poco a poco fue disipándose y el océano aparecía más calmado después de la convulsión. Las aguas seguían agitadas, y quizá no volvieran a remansarse por completo, pero la fuerza había desaparecido.
[...]
Lyra se sentó despacio, y Will se sentó junto a ella.
-Ay, Will, ¿qué podemos hacer? -exclamó Lyra-. Quiero vivir siempre contigo. Quiero besarte y acostarme a tu lado y despertarme junto a ti cada día de mi vida, hasta que muera, dentro de muchos, muchísimos años. No quiero tener un recuerdo, un mero recuerdo...
-Yo tampoco quiero conformarme con recuerdos -dijo Will-. Lo que yo deseo es tu pelo, tu boca, tus brazos, tus ojos y tus manos. No sabía que era capaz de amar tanto a una persona. ¡Oh, Lyra, ojalá esta noche no terminara nunca! ¡Ojalá pudiéramos quedarnos aquí para siempre, y que la Tierra cesara de girar, y todo el mundo se sumiera en un sueño!¡Todos excepto nosotros! ¡Y que tú y yo pudiéramos vivir aquí eternamente, amándonos!
-Te amaré siempre, pase lo que pase. Hasta que muera y después de que muera, y cuando consiga salir de la tierra de los muertos mis átomos vagarán para siempre, hasta que vuelva a encontrarte...
-Yo te esperaré, Will, cada momento de mi vida. Y cuando volvamos a encontrarnos nos abrazaremos con tal fuerza que nada ni nadie podrá separarnos. Cada átomo de mi ser y cada átomo del tuyo... Viviremos en los pájaros, las flores, las libélulas, los pinos, las nubes y en esas motas de luz que flotan en los rayos de sol... Y cuando utilicen nuestros átomos para crear nueva vida, no podrán tomar uno solo sino que tendrán que tomar dos, uno tuyo y otro mío, porque estaremos unidos para siempre...
[...]
Era un consuelo pensar que Will y ella tenían otra cosa en común. Lyra se preguntó si algún día dejaría de pensar en él a todas horas, hablar con él en sueños, revivir en su imaginación todos los momentos que habían pasado juntos, anhelar su voz, sus manos, su amor. Jamás había soñado en lo que significaba amar a alguien con tal intensidad. De todo lo que le había asombrado en el curso de sus aventuras, ésa era la que más le impresionaba. Lyra pensó que la ternura que quedaba en su corazón era como una herida que nunca se restañaría pero que atesoraría siempre.
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