sábado, 20 de febrero de 2010

La gente le decía que le diera tiempo, un par de meses tal vez. Que sus heridas sanarían tarde o temprano, que no dejara de luchar. Él no parecía escucharlos, realmente. Parecía ausente, demasiado estupefacto para ver la realidad, demasiado introspectivo. Sangraba por cada una de sus heridas, se retorcía de dolor, no tenía fuerzas para decirle a esa gente que su sufrimiento iba mucho más allá de lo físico, era espiritual.
Un día igual que el resto, igual de gris, igual de blanco, de negro, igual de rojo, se dio por aludido. Simplemente se cansó y dejó de luchar. Hizo un último esfuerzo, exhaló su último suspiro y falleció. Dejó de hacerse sentir y toda la agonía sufrida hasta ese momento, llegó a su fin. Así fue como desaparecieron toda su vida y sus pasiones.
Lo enterraron ese mismo día sin muchos aspavientos, justo como él quería, en un cajón negro. ¡Qué alegoría de su encierro! Está ahí desde entonces, desde que dejó de moverse.
Y ese día fue que nací yo. Podría decir que lo extraño, pero ¿cómo se extrañaría vivir sin corazón si nunca se lo tuvo? Soy la mujer descorazonada, esa que desearía sentir pero no puede; desearía amar, pero no sabe cómo. Tal vez algún día él decida volver y revivir, no podría saberlo. Por ahora soy quien soy, de esta manera, tal como nací ese día. Por ahí, decida dejar de pretender que murió y volver a creer. Pero depende de él, no de mí y yo voy a esperarlo todo lo que sea necesario.



This one is mine.
It sucks, I know.
But, whatever.

1 comentario:

lau dijo...

me gusta, lo sabés.
y gracias por sacarle la coma xD

besote, pupo...