Mi cabeza tiene la genial habilidad de crear historias irreales sin absolutamente ninguna base sustancial. Inventar futuros alternativos que sé que no existen -¿o no lo sé?-. O imaginar realidades presentes. Como creer que a alguien le sigo interesando, por ejemplo. Y, ¿de dónde saco las pruebas de que eso es así? De ningún lado, porque no hay. Pero esa es la cosa: sé que no hay, sé que lo más probable es que no sea así, pero yo, tres cuartos del día, lo creo. Lo creo así.
Entonces, ¿cómo no pensar que estoy, de alguna manera, fuera de mi foco si vivo en una fantasía alterna? Si pienso que cosas que no tienen nada que ver con nada, son señales inequívocas de algo que no veo inexistente.
Y ahí es en donde entran mis altibajos emocionales. En base a qué me mantengo estable: a mitos y leyendas. Y, justo ahora es cuando me encantaría que viniera alguien y me dijera que no, que no estoy imaginando todo, que las cosas son exactamente como yo las pienso y que tengo razón. Pero, ¿saben qué?. Sé que ese momento, nunca va a llegar.
2 comentarios:
Ahora sí creo que estoy loca.
El tema es que esas realidades alternas son las que le permiten a uno mantenerse en pie. Por más fantasías que sean a veces, la magia que se produce cuando uno de esos sueños o mundos irreales chocan con la realidad y se vuelven verdad hace valer la pena todas las caidas de antes. ¡Soña tranquila!
Publicar un comentario