El día D.

Hace un tiempo, cuando se suicidó un flaquito en la línea D, se desataron mis ansias vengativas hacia la sociedad toda y creé, junto con mis colegas del trabajo, un plan malévolo para satisfacer mi sed de venganza hacia ese único sujeto que decidió matarse en hora pico y a la poca eficiencia de los transportes públicos en la Provincia de Buenos Aires. El plan consistía, lisa y llanamente, en crear una secta suicida que, a un tiempo dado y un mismo día sacrificara su vida en cada una de las líneas de subte y tren en hora pico. Era un plan macabro. Y era tan perfecto, que no tenía que gastar un peso en él, además de saber que lograría paralizar absolutamente toda la ciudad con aproximadamente veinte personas.
Pero -y siempre hay un pero- en un plan de ese tipo, siempre hay fallas. En mi caso ésta era, que además de que tenía que encontrar veinte personas dispuestas a matarse sólo porque se les cantaba, algo que dijo mi madre: no es hora pico en todos lados al mismo tiempo. Y ahí es dónde la cosa se me empezó a complicar. Mi madre, obviamente porque es mi madre, se ofreció a hacer una investigación detallada sobre los lugares en los que teníamos que colocar nuestras piezas suicidas. Además de los subtes y los trenes, fue ésta persona la que sugirió que pusieramos una persona en General Paz y Richieri y otra en General Paz y Lugones, así como otra persona en la autopista Ezeiza-Cañuelas y, ya que estamos, de yapa, una más en Márquez y Panamericana. Es decir, en todas las autopistas de entrada a la Capital Federal.Y, no sólo eso, sugirió la implementación de un recurso infalible: tomar el tiempo de a qué hora y cuánto duraba la hora pico en cada uno de los lugares establecidos para ir desenvolviendo el plan en escalera acorde a cada una de ellas. Así, no sólo joderíamos a absolutamente todo el mundo: tendríamos el factor sorpresa. Tendríamos a los medios pendientes de en qué lugar ocurriría la siguiente muerte luego de haber empezado con la sospecha de por qué habían ocurrido las dos primeras, tendríamos el pánico masivo, la desesperación y, nuestro objetivo final, el caos.
Sería la protesta perfecta hacia todos los tipos de transporte de Buenos Aires, sería un feriado sin ser feriado, sería una pesadilla para los que salieron de casa y la diversión para los que no, sumado a la preocupación. Sería demasiado entretenido, utópicamente hablando, para mí, claro. Y, si a ustedes no, prometo avisarles cuándo lo voy a llevar a cabo para que no salgan de casa y se queden durmiendo.
Y no se preocupen, nadie que no quiera saldrá dañado en esta estratagema, la idea de usar suicidas es saber que ellos ya quieren matarse de antes, sólo les doy una forma de hacerlo de manera que jodan a mucha gente al cumplir con su meta. Exactamente igual que el forro que se mató en la línea D. ¿Pueden creer que lo hizo justo cuando yo tenía que ir al laburo?

Todo esto demuestra dos cosas, que tengo una mente macabra y que, claramente, la heredé de mi madre.