jueves, 2 de febrero de 2012

Monólogo del muro.

Era una pared prácticamente imposible de romper. Una de esas de concreto. No, de concreto no, de acero. No sé si hay paredes de acero, pero esta te juro que lo era. Pero era transparente. O al principio parecía que lo era, por lo menos. Después las cosas se fueron poniendo un poco más borrosas pero, te juro, al principio podías ver del otro lado tu futuro, lo que querías ser, todo aquello que siempre soñaste. Sí, el estar recibida, me veía con el ambo puesto y el estetoscopio en el cuello. Los viajes a Europa, la casa grande con pileta y jardín en el medio de alguna ciudad (porque siempre fui una persona muy cosmopolita a pesar de que viví toda mi vida en las afueras de una gran ciudad). Todo aquello se veía tan claro, tanto. Después no sé qué pasó realmente. Supongo que con el tiempo la pared se fue llenando de moho u algo así porque las cosas empezaron a ponerse más borrosas. Era más difícil poder ver para el otro lado y empujar la pared se hacía más cansador. Viste que uno al principio tiene mucho entusiasmo por las cosas, porque parece que están ahí nomás y es sólo cuestión de poner fuerza de voluntad y esfuerzo. Bueno, eso me pasaba a mí, por lo menos, nadie dice que se aplique a vos también, no te lo tomes tan a personal. Pero bueno, así era, che. Después, con el tiempo, como que empecé a perder un poco de ese entusiasmo, tal vez porque lo que estaba del otro lado de la pared se veía cada vez menos. Puede ser eso, que el empezar a desganarse venga de dejar de ver esas cosas tan cercanas. Y ahora, ahora. Ahora hace dos años que estoy tratando de empujar, ¿viste? Y, de repente me viene una oleada de entusiasmo que se disipa al tiempo y no sirve para nada, porque la pared no se movió ni medio centímetro. Tal vez sea también eso, que, antes no me importaba que la pared se moviera o no si no que valía más el esfuerzo de empujarla. Y como valía más el esfuerzo, la pared parecía de cartón aunque fuera de acero. Pero ahora, ahora, boluda, es de acero puro. Y está clavada a la tierra. Te lo juro. Y ya ni me dan ganas de empujarla, mirá. Y sé que tengo que levantarme y tratar de ponerle todo de nuevo pero no me está saliendo, boluda. Esa maldita pared es de acero y completamente oscura, y no puedo ver ni lo que tengo adelante. Es como si, de repente, alguien me hubiera apagado todos los sueños y me dijera "arreglatelás ahora que no tenés propósito en la vida". Y yo me acuerdo que había un lugar al que quería ir, una carrera que quería terminar, una casa que quería tener pero ahora parece como que están en otra galaxia y apenas recuerdo cómo era cada uno de esos sueños que tenía. Y mientras, mientras, tengo una pared gigante, de acero, negra y altísima que superar, las energías agotadas de empujarla y las ganas nulas de seguir. Y, sin embargo, mañana voy a madrugar, voy a ir a ese lugar y me voy a poner a empujar la pared de nuevo, tratando de recordar qué era eso que quería lograr para poder ver si puedo llegar a algún lugar. Y si me choco de nuevo, ya veré. Ya veré que hacer, te digo. Hace un tiempo ya que tengo ganas de mandar todo a la mierda y no lo hago porque sé que, del otro lado, hay probabilidades de que haya sueños cumplidos esperándome.

No hay comentarios: