viernes, 20 de abril de 2012

Caída y reconstrucción.

Le decían que tenía bloqueo de escritor. Para ella eso era cualquier cosa: para tener bloqueo de escritor había que ser escritor. Ella lo llamaba de otra manera, ausencia de imaginación, de creatividad. En algún momento de su vida su capacidad de recrear otras realidades había desaparecido y se había quedado sin nada. Era la ausencia de alma. Creía recordar exactamente cuándo fue que la había perdido. Aquel momento en el que se dio cuenta de que ya no podía describir ni las hojas de un árbol otoñal deslizándose hacia el suelo. "¿Marchitas? Muy trillado. ¿Muertas? Muy literal."
Muertas, igual que ella por dentro. Pura cáscara de mujer. Uno de esos trajes con zapatos bien lustrados que se mueven en la muchedumbre pero sin el traje y con las zapatillas sucias. Con la sonrisa ensayada, con la vida en piloto automático. Con la inercia a flor de piel. Con vagos recuerdos de un mundo de matices. Sin poder identificar exactamente los motivos que la llevaban al lugar en el que estaba porque no existían. Sin profundidad. Un intento de ser humano que se quedaba en el camino. La mujer bicentenaria con fecha de vencimiento.
Bloqueo de escritor. ¡Ja! Ya quisiera ella. Era mucho más profundo. La crisis, más pronunciada. Su mundo en algún momento se había puesto de cabeza y, cuando finalmente logró reconstruir una parte de él, era sólo una copia sin alma del original. Un mundo virtual de algo que solía ser real. Un intento barato de imitación de aquél lugar en el que había sabido disfrutar y ser feliz. Era un mundo de segunda mano, de oferta. Y ahí iba aquella persona y simplificaba todo diciéndole que sólo tenía un simple bloqueo de escritor. ¡Qué desfachatez!¡Qué poca capacidad de análisis de las circunstancias!¡Qué poco conocimiento de su persona!
Qué capacidad de despertar su más ferviente ira había tenido aquella persona con ese simple comentario. La vida, toda su vida no era más que una completa farsa y ahí estaba ella, sentada enfrente de la computadora intentando escribir algo que le llegara a la gente cuando ni siquiera ella podía llegarse a sí misma. Tratando de darles esperanza y una ayuda cuando ella no había sabido ayudarse a sí misma a salir de donde se encontraba.
La hipocrecía personalizada. Se mentía a sí misma y al resto. Se disfrazaba de persona con emociones cuando hacía rato que ellas sólo eran un despojo de lo que habían sido alguna vez. Hasta se describía a sí misma en tercera persona porque ni siquiera era capáz de asumir que aquella era ella porque le era demasiado difícil de enfrentar. Hasta ese punto había llegado. Hasta ese punto llegué.

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