Es sábado, son casi las dos de la tarde y yo sigo en la cama, con la tele prendida y la notebook adelante. No es que no tenga ganas de levantarme, no. El día parece zafable, el sol asoma de vez en cuando entre esas nubes grises y dan ganas de salir un rato. El problema es la perspectiva que este sábado brinda: estudio. Estoy atrasadísima con la facultad, no leí nada para ninguna de las tres materias que estoy cursando, no hice ningún ejercicio.. y no tengo ganas de hacerlos tampoco. Paso mi vida actual del trabajo al pelotudeo. Es que, sinceramente, estoy agotada. Y no es cansancio físico si no mental. No pensar requiere mucha energía y, no hacerlo durante meses enteros, es agotador. Y pensar que no estás pensando cuando en realidad lo estás, no quiero imaginarlo.
Esta semana comprobé algo. No estaba lista, no estoy lista. Pero, ¿cómo iba a saberlo si no lo ponía a prueba? Tenía que intentarlo, aunque eso significara fracaso. Y lo significó, claro. Pero bueno, a seguir mi vida, a seguir trabajando. No, no fue que todo lo hecho hasta ahora no sirvió de nada, sirvió y mucho.. solo que no lo suficiente. Así que bueno, a calzarse las zapatillas agujereadas y seguir caminando.
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