Ensoñación y vigilia.

Me despediste con "Chau, amor." y te bajaste del colectivo. Te seguí con la mirada mientras lo hacías y el colectivo se detenía en el semáforo, me distraje con tu figura cuando te dispusiste a cruzar la calle por delante de mí. Tu mirada me buscó adentro y no sé si realmente me encontró, pero yo no pude evitar sonreírme cuando lo hiciste. Te seguí observando. Buscate tu iPod en tu cartera y seguiste caminando. Y con cada paso que vos dabas, un sentimiento en mí se iba haciendo cada vez más evidente. Era el dolor de tu ausencia. Reciente, pero real. Me estabas empezando a hacer falta y cada uno de los centímetros que vos caminabas, me lo agrandaban más y más. Saqué mi iPod de mi mochila -la música, esa terapia a la cual las dos recurrimos en cuanto nos quedamos sin la otra- y te seguí con la mirada nuevamente, mientras te ibas haciendo cada vez más pequeña. La luz del semáforo cambió a verde y el colectivo arrancó alejándome de vos y yo me sumergí en los recuerdos de lo que había vivido hasta hacía cinco minutos mientras rogaba que el reloj retrocediera el tiempo para poder volver a pasar otra noche con vos nuevamente y evitar ese nuevo sentimiento de angustia que se estaba apoderando de mí.