domingo, 10 de julio de 2011

No es un adiós, es un hasta luego.

Toto, mucho más que mi perro, mi amigo.
Iba a poner una foto de mi gato. Pero en vista de las circunstancias, creo que es mejor hacer un homenaje. Y sí, tal vez los homenajes se hacen después de que se fallece pero, si ya tiene la fecha predestinada ¿por qué tengo yo que esperar un día más para escribir acá y dedicarle algo?
Él es Toto, lo elegí de entre un montón de cachorritos movedizos e inquietos porque era el más calmado, el único que estaba sentado, mirándome fijo y concentrado, como con cara de inteligente. La realidad quiso que fuera así sólo porque estaba enfermo de gastroenteritis y yo no lo supiera y que, ya de pequeño, le haya pasado raspando a la muerte, saliendo airoso. Días pasó mi vieja -porque yo era algo chica- dándole agua en cucharitas para que no se deshidrate sin que resultara y terminando en intravenosa para que se recupere.
De ahí en adelante, fue todo subida. Fue todo su vida. Fue crecer con él, correr, jugar, pelearlo, abrazarlo, dormir siestas, verlo siendo feliz y ser felices con él. Todo durante trece años, trece plenos años.
Hace un año me fui de casa junto con mi hermano. Hace un año empezó a tener problemas de cadera que ni los mimos de mis viejos, ni los de mi hermano, ni los míos cuando veníamos pudieron curar. Hace unos meses que no me reconocía, pero mientras siguiera teniendo esa actitud cachorra, yo iba a seguir pensando que todavía podía. Hasta ayer. Hasta que ayer, se tiró en la cocina a dormir y no se pudo levantar más por mucho que intentara hacerlo. La primera vez que estabamos los cuatro juntos en casa en meses. Y yo sé que esperó a que toda la familia se juntara para despedirse de todos a la vez, porque todos somos sus favoritos. Lo sé porque lo conozco, porque es muy él, así como sé que hoy es el último día en que voy a volver a verlo. Porque hoy me toca irme de acá porque en mi departamento me esperan mis responsabilidades y mañana a él le toca irse a un lugar en dónde no haya más dolor, en dónde pueda pararse y correr y perseguir gatos y cazar sapos como siempre le gustó. Y yo soy feliz de que él pueda partir y ya no sufra y yo soy feliz de que nos haya elegido a nosotros como familia para compartir estos últimos trece años.
Y yo soy feliz pero estoy triste porque la próxima vez que lo voy a volver a ver va a ser cuando yo también esté del otro lado.

Siempre, pero siempre vas a estar en mi corazón, Toto, gracias por tantos años de amor y fidelidad. Hasta la próxima.


Esa foto es de ayer, justo antes de que se volviera a parar por última vez para desplomarse de nuevo en la cocina de casa.




Posteado originalmente en /iamyourzero.

1 comentario:

Merie dijo...

lo siento mucho lu, que lindas palabras...