domingo, 2 de octubre de 2011

Es un castillo de cartas.

Lo bueno de cuando todo se desmorona es que podés volver a armar todo de nuevo y podés hacerlo de una forma distinta a la anterior. Cuando algo se cae es porque hay una o varias fallas y podés elegir rearmalo con esa pieza defectuosa en otro lugar o, directamente, sin ella. Una construcción es algo que se logra con tiempo y paciencia pero, como todo, siempre puede llegar a tener errores. Y no porque se caiga es una pérdida. Desde mi punto de vista, es más bien un aprendizaje. Ya está, terminé de construirlo, ahora veamos si se mantiene en pie y, si no lo hace, tendré que volver a intentarlo de nuevo de otra manera.
La vida es así, es probar constantemente, equivocarnos hasta que nos termine saliendo bien. Si la vida se desmorona, hay que volver a rearmarse de otra manera y seguir, siempre seguir. Hoy siento que estoy tambaleando un poquito, pero también siento que esta construcción es bastante más fuerte que todas las otras que he logrado. Para lograr lo que logré, esta vez tuve que sacar varias piezas a las que me venía aferrando, que no quería dejar ir por caprichosa. Y, no, la verdad es que no sé si mañana no se va a desmoronar simplemente con el soplo de una brisa, pero sé que mientras me haga bien, voy a seguir con ello. Y es un poco lo impredecible de la vida lo que la hace interesante. Es el que, constantemente, ponga a prueba cuanta estabilidad tiene tu sanidad mental y todo aquello que la acompaña. Que busque tu punto de quiebre hasta encontrarlo, para desmanterlarte y que puedas, una vez más, volver a encontrarte a vos misma. Porque siempre es bueno volver a encontrarse a uno mismo de vez en cuando.

No hay comentarios: