sábado, 21 de septiembre de 2013

Primero el elástico y al final el plástico.

Y nos dimos de frente. Tanto camino recorrido, tanto tiempo de no esperarnos para que nuestras narices se chocaran entre sí. Y podría haber sido por un beso, pero no. Nunca. Nuestra forma de relacionarnos nunca iba a ser simple, nunca iba a ser corriente. Siempre exótica, siempre extravagante. Cómo la primera flor de un jardín moribundo que se adelantó a la primavera. Y me viste y te vi y nos chocamos de frente como dos extraños. Porque eso es lo que somos. Nos conocemos sin conocernos. ¿Y cuánto habrá de mí que vos sabés?¿Y cuánto habrá de vos que yo no sé?¿Y cuánto habrá de mí que yo tampoco sé?¿Y cuánto, de toda esa extensión de pensamientos que sos, seré capaz yo de percibir, de intuir? Y mi mente flota a la deriva, porque perdió toda conexión con lo que eras. Y vos, tan distinto de mí, más aún que cuando te vi por primera vez, te quedaste ahí parado. Y no nos vimos. Y nuestros yo reales tampoco se vieron. Y yo seguí, como si no hubiera nadie (porque no había nadie) y de ahí la colisión. Como dos asteroides dando tumbos por el espacio, con esa mínima probabilidad de encuentro. Infinitesimal. Y pasó una vez, dos veces, tres veces. ¿Y cuántas veces tiene una que toparse con una misma persona para dejar de considerarlo casualidad sino causalidad? El efecto que me genera la causa de su presencia (o no presencia). Y nos topamos, constantemente lo hacemos. A veces sabiéndolo y otras tantas no. Y esta vez no te vi, ni vos me viste y de todas maneras nos chocamos. Y nos dolió como nunca antes, nos transformamos. Y en algún momento, no sé sabe bien cuándo nos volvimos a perder, yo en mi vía, vos en la tuya para, con algo de suerte, volver a encontrarnos nuevamente. Pero esta vez, eso sí, esta vez cruzarnos leyéndonos las miradas.

No hay comentarios: