viernes, 3 de febrero de 2012

Agua salada.

Siempre me arrepentí de haberme ido aquel día sabiendo lo que iba a pasar. Ver sus ojitos brillantes mirándome con cara de súplica mientras me despedía de él sabiendo que esa era la última vez que lo iba a ver en mi vida. Siempre me arrepentí de no estar ahí cuando lo eutanasiaron, sentí como que lo había traicionado, como que no había estado con él en ése último momento en que tanto me necesitaba. Me acuerdo de eso y se me llena el alma de culpa. Yo lo había traído a esta casa y, en el momento en el cual se fue, no estuve.
Mi problema con el llanto es que lo suelo reprimir. Cuando estoy mal, como mucho, me caen dos o tres lágrimas seguidas y eso es todo lo que lloro, por muy mal que me sienta. Según mi psicóloga, lo reprimo porque, cuando lloro, me siento débil y vulnerable y yo no soporto ser débil y vulnerable, tengo que ser una mujer fuerte. Siempre.
Hoy me largué a llorar. Y no fueron cuatro lágrimas locas, como siempre. Hoy fue un llanto bestial. Y ése es el problema de reprimirlos tanto: que cuando lloro de verdad, sollozo. Me ahogo, me caen unas lágrimas enormes y me olvido de que tengo que respirar. Me quiebro por completo. Cuando sollozo, ni siquiera me logro mantener en pie, necesito sentarme y hacerme una pequeña bolita para contener todas aquellas piezas de mí que se están destrozando. Y lloro por todo lo que no lloré en todos esos momentos, empiezo llorando por el desencadenante y termino haciéndolo por todo. Exploto como nunca. Me libero como nunca de toda esa angustia que, durante meses y meses, se estuvo acumulando dentro sin que yo hiciera nada.
Mi perra está acá al lado mío, ella fue el desencadenante de mi llanto esta vez. Está en la cocina, muy enferma. Y desde que cayó enferma yo intento cuidarla. Intento, es una buena palabra. No porque no logre cuidarla, sino porque no logro hacerla mejorar. No sé qué tiene. Llamé al veterinario, le dieron unos antibióticos que no le están haciendo efecto y estamos solas. Todo el mundo está trabajando y yo no puedo volver a llevarla. Me quedo acá, sintiéndome impotente porque mis conocimientos veterinarios todavía no alcanzan para ayudarla, aunque sea un poco. No sirven para nada, bah. Acaba de vomitar, agua, que es lo único que consumió desde ayer y yo lo único que puedo hacer es tratar de hablarle, tranquilizándola y limpiarla un poco. Está muy demacrada. Y adentro mío siento que nos estamos acercando al punto límite. Y no sé qué pasará después de eso, pero sé que yo, esta vez, la voy acompañar hasta el final, sea dónde sea que esto termine. Y por eso lloro, porque es muy probable que el final de todo esto, sea el que más me duele, pero el que le deje de doler a ella. Y esta vez no quiero ver la desilusión y la súplica en los ojos de nadie porque me voy, quiero irme sabiendo que hice todo por ella y estuve. Aunque no pudiera hacer nada más que estar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No están solas. Abrazo.

Loohan dijo...

Gracias, persona desconocida, cualquier apoyo siempre ayuda.