Soy un ser de luz. No, mentira. No lo soy. Soy un ser oscuro
pretendiendo ser un ser de luz. Soy un ser sucio. Siempre pretendo ser
un ser de luz, lo escondo hasta de mí misma. Me creo mi propio cuento,
me invento mi propia historia, me reinvento a mí misma. Me pongo cosas
que me gustan aunque no son reales y elijo no ver esas cosas que no me
gustan. Me invento a imagen y semejanza de aquella que me gustaría poder
ser.
De vez en cuando, en días como hoy, no puedo evitar verme a mí misma. A
mi verdadero yo, al que no me invento sino al que soy y quedo
catatónica. Cantando durante horas, inapetente, sin ganas de comer, de
correr, de ver, de andar, de vivir. Con los ojos cerrados y la música
muy fuerte evitando así escuchar mis propios pensamientos. Me codeo con
la oscuridad y, por mucho que lo trato, esos pensamientos que siempre
intento alejar toman posesión de mi cabeza y se hacen ente. Mis manos se
mueven, las observo y ya no son mis manos. Las líneas en ellas no son
mis líneas y sus uñas no son mis uñas. Las desconozco y a la vez las veo
todos los días. Las amo y a la vez las odio. Como todo lo que es
conmigo misma. Como todo lo que no es conmigo misma.
Me redefino como una persona sin definiciones, me sorprendo a mí misma
en la mentira del ser y no ser. Me sorprendo de mentirme. Me miro al
espejo y no sé quién es la persona que me devuelve la mirada. Y sin
embargo lo sé perfectamente. No, no lo sé. Me contradigo, me digo cosas
con la mente embotada. Me redescubro en quien no soy y soy a la vez.
Vuelvo a caer dentro de mi propia oscuridad. Extraño mi oscuridad y a la
vez necesito mantenerla alejada. No se supone que sea oscura. Las
personas son seres de luz, seres de luz, seres de luz, me repite la
parte de mi cabeza que hoy no encuentra su lugar. Hoy soy toda ausencia
de luminosidad y dejo que se extienda por cada parte de mi cuerpo y de
mi mente. Me hundo y me dejo. No me levanto, no como, no vivo. No quiero
vivir hoy. Hoy quiero que la muerte me tome un poquito. Que me muestre
esas cosas de mí misma que no me gusta ver para saber que existen.
Aparecen los extremos, esos que siempre estuvieron y de los cuales trato
de huir. Mis extremos. Mis manos son mis polos. ¿Dónde era que estaban
mis manos?¿de quién se suponía que eran si yo no soy yo realmente?
Puedo apreciarme en mis viejas cicatrices. Esa era quien yo solía ser.
Aquella que dejaba que su parte oscura la arrastrara, la llevara hasta
los límites para terminar aliviándola de absolutamente todo. Cicatrices
del cuerpo que recuerdan heridas del alma. Heridas del alma, eso es
parte de mi suciedad, de mi oscuridad. El placer de escocer las heridas
del alma, de provocarme dolor propio, de regodearme en las pérdidas, de
nunca dejar ir nada ni a nadie. De siempre volver a lo mismo. La
experticia en siempre volver a encontrar la punta del círculo.
Cosas que escondo, cosas que no me dejo ver ni a mi misma. Sentimientos
enterrados sin resolución que moran en las sombras esperando el momento
en el cual salir y dar vuelta el mundo que parece tan estable y
luminoso. Colores lavados, paredes frágiles. Castillo de cartas. Las dos
caras de la luna y yo.
6 comentarios:
Nuestra historia no puede decirnos quienes somos, sin importar lo pesada que sea.
me encanta lo que y como escribis...sera por eso que siempre que abro un blog, vuelvo al tuyo para agregarte....
Gonza: Nuestra historia no puede decirnos quiénes somos pero, de alguna manera, es por ella que somos lo que somos.
Lost Girl: ¡Gracias! Pero deberías recordarle a esta abuela cuál era tu viejo blog o nombre porque no tengo idea. xD
Y en tus palabras encuentro un espejo...al cual muchas veces le tengo cierto miedo ya que termino por perderme en su mundo de reflejos...
Me gusta tu blog...
Tomoyo: (¿Por la de Sakura?) Gracias, por pasar y me alegra que te guste. Sos bienvenida siempre que quieras, por supuesto. =)
Tomoyo es en parte por Sakura :)
Gracias por la bienvenida
Besos
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