sábado, 13 de octubre de 2012

No creo en los amores de película. No creo que una persona pueda llegar en un segundo, sorprenderte, enamorarte y vivir feliz con ella para siempre. ¿Dónde está la lucha de cada día? El amor se construye, el amor es poner un ladrillo sobre otro, ensuciarse las manos, que se caiga y volver a levantarlo una y otra vez con ayuda de dos voluntades que deciden reconstruirlo pase lo que pase. Ése amor que se da de manera simple y fácil, que se resuelve con una corrida a un aeropuerto, con leerle un poema, con hacerle escuchar una canción desde el patio de su casa a su ventana existe sólo en las películas. Y, si bien es hermoso allí en las películas, carece de la profundidad del amor del día a día. Es una ráfaga de amor. Y las ráfagas de amor, son sólo preludios (leer "Preludio, desarrollo y recapitulación").
Me pudre la cultura del "que fluya". A veces las cosas no fluyen, a veces hay que ayudarlas. A veces el cauce del amor empieza a menguar y las piedras empiezan a ser demasiado grandes para que éste siga deslizándose y comienza a estancarse. Y tenemos que aprender que así como no está mal que "no fluya", tampoco está mal que nosotros le saquemos un par de piedras para que lo siga haciendo. Y en eso consiste el trabajo de todos los días, el ir poniendo ladrillos o piedras dónde ambas quieran ponerlas, sacándolas de dónde ambas quieran o negociar que una pone o saca una piedra de ahí pero la otra pone o saca un ladrillo de allá y visceversa.
Los amores de película y la cultura del "que fluya" no tienen lugar en los desarrollos, los desarrollos requieren esfuerzos porque los amores se construyen. Y ninguna casa está bien construida si aquellos que la fabrican no se ensucian las manos, no exponen una parte de sí mismos, ni transpiran un poco en el intento. Sólo nace de eso un amor endeble, frágil y poco duradero que se cae con la primera brisa de tormenta.



Gracias, Gabriela, tu post inspiró demasiado al mío, espero sepas comprender.

2 comentarios:

Gabriela Aguirre dijo...

Qué linda.
Los amores, los que pueden llamarse de esa manera, con palabras grandes diría yo, quizás fluyan, al principio, en el preludio justamente.
Todo fluye en los preludios, Loohan, por eso son lindos. ¿A quién no le gustan los preludios? Las mariposas en la panza (qué metáfora del orto, sinceramente), los desatinos que llevan a la risa, la lluvia que nos encuentra bajo las mantas..., hermoso todo. Lo que pasa es que eso eventualmente desaparece y ahí nos queremos ver.
Los amores se construyen. Como un puente, diría Julito, de los dos lados. En una de esas tenemos suerte y se juntan en el medio. A veces no y las construcciones van para lados dispares. Ya ve, ni siquiera en la voluntad de construir es que hay garantías, porque la cosa es que nada garantiza nada.
Como le dije alguna vez por estos lares: con mariposas en la panza me eligen todas, yo quiero que me elijan incluso cuando vengo hecha un nudo y no sé qué hacer. Y eso es también una construcción.
Brindemos entonces por las que aún quedamos que somos sonata...

... aunque el mundo esté lleno de preludios.
A no conformarse con menos, Loohan.

Besos y gracias!

Hayward dijo...

Se dejan muchas cosas por el camino en el paso del preludio al desarrollo. Ahí es donde empieza a sopesarse un montón de cosas. Ahí es donde tiene que haber un amor verdadero para aceptar la imperfeccion de la otra. Amar las imperfecciones y los defectos yo creo que es lo más trascendente del desarrollo. Además hay otra cosa que es importante. Adquirir la idea de "continuidad", es decir, aprender a capear tormentas del tipo que sea y con la intensidad que sea y aún así tener la fortaleza de permanecer juntas.
Sacando algunas piedras y poniendo otras, como vos decís. Éste post me ha hecho pensar mucho en muchas cosas...Gracias! Beso!